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Vitoria Green Capital

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Hice la mili en Reus. La misma tarde de cobro, mil pesetas mensuales, nos reuníamos en la cantina para gastarlo en cerveza. ¿Y qué tendrá que ver eso con Vitoria? ¿No será el inicio de una aburrida historia sobre lo mal que lo pasamos en la mili? Un momento, un momento, que todo tiene su explicación. Esas tardes en la cantina, sonaban una y otra vez las canciones de Potato. Ya se sabe, ¡qué rebeldes que éramos! Eso sí, con la seguridad que daba la pernocta en casa. Ya me pierdo otra vez, nos habíamos quedado en Potato. Dada la insistencia del chaval de Amposta que se encargaba de la radio, me aprendí de memoria una canción que aún hoy recuerdo:
En Vitoria hace un frío que pela / hay hasta quien dice que parece Siberia / para calentarse algunos parados / han prendido fuego al obispado / para calentar alguien va a quemar / el Ayuntamiento y la Catedral…

Por suerte para Ken Follet y Paulo Coelho, dos de los escritores que más han hecho por evitar la cojera de las mesas, no llegaron a quemar la Catedral. Por suerte para nosotros, la ciudad decidió abrirla por obras. La Catedral de Santa María no es la más bonita, tampoco la de mejor arquitectura, pero es la que más te permite adentrarte en sus entrañas, tener privilegios antes reservados para el capellán y el campanero. De la primitiva Gasteiz, sobre la que se asienta la Catedral, queda echarle imaginación. La expansión demográfica ha borrado el rastro de la antigua aldea, más allá del trazado de un par de calles paralelas.


Dejamos el reggae de Potato. ¿Queréis saber otra de música? ¿Conoceréis la letra de La Paloma? Pues su autor, Sebastián de Iradier, vivió parte de su vida en el centro de Vitoria. Sobre la ciudad, ¿qué queréis que os cuente? Elegancia del norte, sin medias tintas; para salir a comprar el pan se arregla uno, no vaya a ser que pasemos por la plaza de la Virgen Blanca, donde mira y es visto todo empadronado.

Justo al lado, un poco más íntima, la plaza España. Un sábado cualquiera, durante toda la tarde, el Ayuntamiento escupe un bodorrio tras otro, los invitados hacen cola ante la puerta para entrar y los viejos, esos viejos que tiene toda plaza de España, se lo miran con esa mezcla de sabiduría triste y dulce que da la senectud. Hacia arriba, al casco antiguo y la Catedral, nos llevan varios tramos de escaleras mecánicas que salen desde el Cantón de la Soledad -luego nos prometeremos empezar el lunes en el gimnasio-, una de esas intervenciones arquitectónicas que tanto juego dan a los fotógrafos.

Como museo curioso, el de Fournier. Cuántas timbas, copas y risas con una de sus barajas en la mano. La fábrica ya cerró, pero en el hotel Silken Ciudad de Vitoria podemos ver los fabulosos murales que la decoraban.
Con tanta batallita casi se me olvida. He visitado Vitoria porque es Green Capital. ¿Vegetariana? Nada más lejos. La ciudad tuvo como antecesoras a Estocolmo y Hamburgo. Aquí van los datos: cada habitante tiene un parque a menos de 300 metros, le pertenecen 46 metros cuadrados de zona verde y puede contemplar mientras pasea más de 200 especies botánicas. Vitoria está rodeada por el anillo verde, formado por seis parques de los que destacaría el de Salburua, a apenas un par de kilómetros del centro de la ciudad y donde es posible ver grupos de ciervos cruzando los humedales. No me invento nada, en Youtube podéis ver el vídeo. Ornitólogos de toda Europa llegan hasta allí por la enorme diversidad de avifauna.


¿Y por la noche? Hablan de pinchos y marcha hasta altas horas de la madrugada. También cuentan -no tengo edad para tener la certeza- que Pajares y Esteso decían en una de sus películas: “Aquí se folla menos que en Vitoria”. Sólo hubo tiempo para hacer trabajo de campo en el tema de los pinchos. ¿Y qué deciros? Pues que hay de todo, desde poco más que la clásica banderilla, Gilda la llaman, hasta obras de arte que se esconden en vitrinas como las joyas. Pero por encima de todos destacaría a Izartza, en la plaza España. Soberbio su arroz cremoso, el bacalao en tempura y el tataki de atún. Y mejor que la comida, la atención del dueño.
Podéis ver aquí la galería completa de imágenes de Vitoria.


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